Puntúa de l'1 al 5 els següents aspectes de les noves seccions.
Pregunta 1 2 3 4 5
Disseny del nou entorn
Facilitat d’ús
Utilitat de les gestions que pots realitzar
Impressió general

Los héroes discretos en Belgrado

© Col·legi d'Arquitectes de Catalunya (COAC)

Tienen algo especial las intervenciones que acompañan. Aquellas que no chillan para llamar la atención. Ni deciden ser piedras angulares que cambiarán el rumbo del desarrollo. Ni tratan de aprovechar la oportunidad para dejar huella. No se enfadan si no las notamos. Y, generalmente, no las notamos, porque no molestan. No son criticables, porque parecen estar ahí desde el origen de los tiempos. Son educadas, respetuosas, amables y generosas.

Así es como definiría las intervenciones que se han ido realizando los últimos años para la restauración y conservación de Kalemegdan, el complejo histórico-cultural que forman la fortaleza de la ciudad antigua de Belgrado y los campos a su alrededor.

Como el objetivo de este texto no es el análisis histórico, mencionaré los datos esenciales para entender el contexto. La fortaleza fecha del siglo I DC y ha ido evolucionando bajo las culturas Romana, Bizantina, Húngara, Serbia, Austriaca y Otomana. Después de siglos de reconquistas de la fortificación, finalmente en 1867 empieza a perder su carácter militar y a partir de 1869 empieza a convertirse en parque histórico-cultural serbio.

A partir de allí, la fortaleza sufrió grandes destrozos durante los bombardeos de la I Guerra Mundial, cuando casi todos los edificios de su interior fueron destruidos y una gran parte de las murallas seriamente dañada. En la II Guerra Mundial, la fortaleza fue ocupada por las fuerzas de ocupación alemanas hasta 1944, cuando allí se alojó el ejército de liberación de Yugoslavia, que abandonó el Kalemegdan en 1946, momento en que todo el espacio de la fortaleza y de los campos pasó a estar bajo la protección del estado. 

(Por cierto, Kalemegdan proviene de las palabras turcas “Kale” (fortaleza) y “Mejdan” (campo de batalla). Los Turcos también lo llamaban “fichir-bajir” que significa “la colina para pensar”.)

Hace unos 20 años, el Kalemegdan era un lugar un tanto oscuro. Por la noche no era muy agradable pasear y muchas partes se percibían bastante ruinosas. Era un parque de carácter diurno, donde a veces íbamos a jugar futbol, visitar el zoo y, antes de que anocheciera, dar algún que otro besito, los más valientes.

Ahora paseo con frecuencia por el Kalemegdan y sus alrededores, y desde hace un par de años he empezado a notar que sigue estando allí, igual que toda la vida, pero, de algún modo, más majestuoso. No se respira el aire de llamativas intervenciones de arquitectura contemporánea, ni tampoco chapuzas de algún arquitecto-político de turno. Se respiran buenas intenciones en cada pequeña intervención, que, en su conjunto, han dado como resultado un parque precioso, lleno de vida, contenidos y actividades variopintas pero en harmonía, donde, por mucho que uno haya paseado, siempre descubre algún recorrido nuevo y algo interesante.

Alguien supo exactamente dónde y cómo poner la iluminación, cada piedra y ladrillo, y algún que otro contenido, bien elegido, que despierta el interés del público. Todo esto sin violar mínimamente su piel original, y sin pretensiones de convertirlo en un monumento. Es una obra que se relaciona con la gente y que gana en valor viviéndola. Desde mi punto de vista, el Kalemegdan ha ganado, sutil y discretamente, un gran valor patrimonial, coronando la ciudad de Belgrado.

Es evidente que en nuestro país tenemos, a pesar de la complicada situación política actual, profesionales que hacen muy bien su trabajo, en silencio, desde la sombra y con pocos recursos. Sin embargo, los proyectos megalómanos ("Belgrado sobre el agua", por ejemplo) impulsados por los intereses de los partidos políticos, dirigen las vistas hacia el escenario más pomposo y prometedor.

Parece que, ante las inversiones privadas (y a menudo extranjeras), uno se ha de arrodillar, guardar en el cajón los estudios, análisis y planes urbanísticos desarrollados durante décadas, para ver como un proyecto nuevo va arrasándolo todo, incluso cambiando leyes de forma exprés para que se pueda ejecutar con más rapidez y sin cuestiones.

¿Qué me ha llevado a escribir sobre el Kalemegdan? En general, la vida política de este país siempre ha olido a corrupción. Por ello, las pocas veces que descubrimos alguna actividad positiva, es cuando podemos ver que aún hay gente que tiene buenas intenciones y que lo hace bien, pensando en el interés de todos. Mis intenciones son pues, hacer un tributo al buen trabajo realizado por la empresa pública para la conservación del Kalemegdan (beogradskatvrdjava.co.rs), cuya labor es de agradecer y da esperanzas.

Si tenéis la oportunidad de pasar por Belgrado, fijaos en aquello que no os llame la atención. Disfrutad de la gente amable y hospitalaria, y de algo de la herencia arquitectónica que todavía hemos sabido conservar.

Branko Sekulić. Corresponsal COAC en Belgrado, Serbia.

Printer-friendly versionPDF version

Tornar