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Un catalán en Bogotá

© Pau Nuñez Casamor

Me viene a la memoria la canción de Sting ‘Englishman in New York’ cuando rememoro mis experiencias, a la hora de pensar sobre qué escribir en este artículo. No porque sea un gentelman ni tampoco es que estemos en Nueva York, pero la sensación es la misma: la soledad y el aislamiento, profesionalmente hablando. No porque no lo haya intentado ni tenga recursos, conocimientos, familiares y conocidos, sino por la propia inercia de la ciudad, la cultura de la gente y el savoir faire autóctono.

Colombia destaca por su persistencia y constancia en lo referente al crecimiento económico. Actualmente está alrededor del 3%, bajando del 6-7% de los años anteriores, en contraste con el decrecimiento de países vecinos como Brasil, Perú o Argentina. De hecho, hoy en día es el cuarto país en riqueza de Centro y Sur América, detrás de México, Brasil y Chile. El consumo interno y la clase mediana crecen a pasos agigantados. Se está construyendo en todos lados, los precios de la vivienda parece que ya han tocado techo, pero aún así el ritmo es frenético. Actualmente Colombia está pasando por un momento delicado, debido a la devaluación respecto al dólar, próxima al 30%, la dependencia del gobierno respecto a la exportación de materias primas, especialmente del petróleo, el cual está ahora a precios mínimos, una inflación del 8%, que hace que se esté hablando de incremento de impuestos, disminución de inversión en obras públicas, especialmente importantes las 4G, o autopistas que unirán el país, estanflación, etc. Afortunadamente, los bancos están saneados y con poco riesgo, si no nos encontraríamos en un déjà vu.

En relación a Bogotá, es una ciudad de más de 9 millones de personas, hub de Latinoamérica en constante crecimiento y renovación urbana. Con la nueva alcaldía de Peñalosa vuelve a estar sobre la mesa la idea de construir el metro. Una idea que lleva más de 30 años dando vueltas, poniendo en duda su viabilidad y menospreciando la historia, que se remonta a 1863 en Londres. En vez de este medio de transporte, han construido el Transmilenio, que sería el equivalente a un metro sobre la superficie, que saca espacio para otras vías, repercutiendo en el tráfico, ya sobresaturado, y que ya se ha quedado pequeño. Bogotá es una ciudad de baja densidad, muy extensa, que se articula a través de unas vías principales, tipo autopistas por su tamaño, pero no aisladas tipo las rondas, sino como la Ronda del Medio de Barcelona antes de ser soterrada. Con la diferencia de que, a los lados, la vida es muy intensa (comercio, gente, viviendas...), obstaculizándola por los coches parados en el borde, autobuses que paran cada 30 metros ya que no hay paradas, etc. Las distancias son largas y agotadoras, implicando que las gestiones se demoren bastante y baje el rendimiento. En 1950 Le Corbusier ya desarrolló un plan urbanístico para el Ayuntamiento, con una previsión de 1,6 millones de habitantes para el año 2000. Nada más lejos de la realidad. Los proyectos políticos de los alcaldes no han tenido nunca continuidad y la corrupción y los intereses personales se han puesto siempre por delante del progreso urbanístico de la ciudad. 

Está claro que Colombia es un país lleno de oportunidades y está todo por hacer, partiendo de una base sólida y relativamente desarrollada, que hace que sea un cliente potencialmente atractivo para nuestros proyectos. No obstante, el camino no es nada fácil y uno se tiene que armar con mucha paciencia para hacer cualquier cosa.

De entrada, nosotros no somos muy bienvenidos en Colombia, especialmente en el terreno profesional. Básicamente por dos razones: la primera es que ya hay bastantes arquitectos jóvenes que han tenido la oportunidad de estudiar fuera, aportando todo el conocimiento aprendido, al menos aparentemente. La segunda, y más importante, es la situación laboral del arquitecto. Aquí el arquitecto no tiene un conocimiento técnico muy elevado, dejando paso al ingeniero civil, quedando de esta forma como un diseñador arquitectónico, por decirlo de alguna manera, relegado a un lugar poco representativo en la escala de responsabilidades del proyecto. Como si solo hiciésemos el anteproyecto o proyecto básico, quedándonos de esta forma sin la posibilidad de poder desarrollar todo nuestro potencial de cara a terceros. En cuanto a los diseños arquitectónicos, son bastante atractivos. Diseños que podemos ver en los proyectos de viviendas de promociones privadas, cosa que no pasa muy a menudo en Catalunya, donde el promotor prefiere la repetición y sencillez para poder ganar más. Constructivamente, es otra película. No porque lo hagan bien o mal, sino porque los proyectos no contemplan muchas especificaciones que para nosotros son básicas, como la cámara de aire en las fachadas, una carpintería de aluminio más consistente (aquí las secciones son mínimas, sin cámara de aire)... Los proyectos quedan muy poco definidos, dejando a los maestros de obra e ingenieros civiles que vayan definiendo sobre la marcha los detalles. No quieren invertir más en el desarrollo ejecutivo del proyecto. No reconocen el valor añadido del buen arquitecto, como nosotros. La situación es parecida a la de España en los años 70, con tecnología digital, internet y coches para todo el mundo, una combinación bastante interesante.

A pesar de todo lo explicado, nos encontramos por ejemplo el caso del BD Bacatá, el rascacielos más alto de Colombia, construido por una promotora catalana y proyectado por Alonso i Balaguer. Han sido los primeros en apostar por la renovación del centro histórico y administrativo de la ciudad. Un caso de éxito llevado a cabo por un equipo de catalanes, demostrando que hay mucho por hacer y mucho trabajo para los arquitectos catalanes, pero, eso sí, yendo de la mano con un grupo promotor/constructor de la casa. Detrás de ellos, hay más grupos catalanes construyendo por la zona.

I’m an Englishman in NY

 

Pau Núñez y Ana Maria Alvarez., arquitectos. Corresponsales en Bogotá, Colombia

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