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El lenguaje arquitectónico en Portugal

© Alberto Collet

Si la evolución y renovación de la arquitectura en Portugal han representado fenómenos emergentes en el panorama de la cultura arquitectónica internacional de los años noventa, es igualmente cierto que, por los temas tratados y por el contenido, están asociados a ciertas figuras. En cada proyecto, se han convertido en verdaderos puntos de referencia para las jóvenes generaciones de arquitectos, y no sólo para ese país. Probablemente será por el pragmatismo y el realismo del que está imbuida una parte de la cultura, o por la retórica controlada del proyecto lusitano, o simplemente por la simplicidad de lectura del proyecto. Más de cuarenta años después de la Revolución de los Claveles, es posible captar en Portugal los signos tangibles de la realización de las expectativas de renovación de la sociedad y del aparato administrativo, del entorno en el que opera la profesión. El desarrollo del sector de la construcción y la creación de servicios e infraestructuras, que han acompañado el crecimiento económico y la modernización desde finales de los años 80, ha recompensado definitivamente los esfuerzos realizados por esas disciplinas, que han luchado, dentro de la sociedad civil, con la intención de mejorar los espacios urbanos.

El recorrido de la arquitectura portuguesa de aquellas décadas se realizó con una serie de dificultades, como por ejemplo la desconfianza mostrada por las instituciones en los años setenta, y más tarde, fue seducido por formas comerciales y efímeras. Se difundió en los años ochenta en las grandes ciudades, y entró a formar parte del debate internacional.

A partir de los años noventa se ha visto la afirmación, tanto a nivel institucional como de los medios de comunicación, de un grupo de arquitectos más o menos jóvenes reunidos en torno a la llamada "Escuela de Oporto", que durante más de veinte años ha trabajado en el ámbito nacional e internacional generando un debate de gran interés y relevancia sobre los resultados de las experiencias que se remonta al movimiento moderno en una región periférica como Portugal.

Esta "Escuela de Oporto", junto a la escuela paralela de Lisboa, ha generado durante mucho tiempo un dualismo en la forma de abordar el proyecto: una primera, culta y creativa, representada por el trabajo trascendente de Álvaro Siza y un gran grupo de arquitectos más jóvenes influenciados por su minimalismo; una segunda, en el extremo opuesto, representada por la afirmación de una arquitectura accesible y popular, vinculada a grandes transacciones inmobiliarias y nuevos grupos económicos.

Este aspecto dualista, con el tiempo, se ha diluido en una dimensión aparentemente única, y esto ha sido posible gracias al desarrollo de las normas y procedimientos de planificación urbana y la reestructuración de la máquina administrativa en Portugal. Todo este proceso coincide con la aceleración del proceso de integración europea, con la modernización del país y el auge del desarrollo de la construcción, también impulsados por fondos de la Comunidad Europea para ajuste del nivel de equipamiento social y cultural. Las regulaciones europeas interpretadas apropiadamente en Portugal requieren que cada proyecto financiado sea precedido por una competencia, que ofrece oportunidades considerables para los arquitectos.

El fenómeno de la globalización, que influye en las jóvenes generaciones, adquiere una connotación particular en Portugal debido a la condición peculiar de la transmisión de conocimiento en los campos académico y profesional. La pluralidad de experiencias de la arquitectura moderna en los últimos años es sin duda favorecida por los muchos cambios que han tenido lugar en los caminos formativos que definen un horizonte cultural mucho más articulado. Por un lado, en el currículo de jóvenes arquitectos portugueses aparece cada vez más una experiencia de trabajo en el extranjero. Por otra parte, no se puede ignorar el papel desempeñado por Eduardo Souto de Moura en la última década: un "hermano mayor", involucrado de manera inextricable con la "familia" más grande de la arquitectura portuense con Távora y Siza, pero capaz de enfrentarlo desde una posición independiente.

Es indiscutible que algunas cualidades, reconocidas como típicas de los arquitectos portugueses, se destacan en esta nueva generación global: un alto grado de abstracción de la composición, un fuerte control en el uso de materiales y en la simplificación de detalles y, sobre todo, una capacidad incomparable para "caracterizar" los lugares, respetándolos, pero sin ninguna subordinación.

Una generación joven, como en la de mayoría de los países de hoy, nace con internet, se comunica con las redes sociales, vive en diferentes contexto. Una generación que lucha diariamente para hacer oír su voz y está tratando de construir una identidad a través de las capas de sus experiencias culturales y profesionales, pero con la diferencia de tener un “fondo” formado de maestros en la coherencia y la armonía que mantienen un lenguaje común. Las jóvenes generaciones portuguesas se están acercando a una transformación de este lenguaje. Veremos su mutación en los próximos años, con la esperanza que mantendrá su singularidad.

 

Alberto Collet, arquitecto. Corresponsal del COAC en Porto, Portugal

Enero 2019

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